martes, 6 de julio de 2010

Vestíos pues, como escogidos de Dios, de misericordia.” Colosenses 3:12

“Vestíos pues, como escogidos de Dios, de misericordia.” Colosenses 3:12

Se cuenta la historia de un anciano que donde quiera que iba siempre llevaba consigo una alcuza pequeña. Cuando pasaba junto alguna puerta que hacía ruido, por estar sin engrasar sus bisagras, solía derramar un poco de aceite sobre las mismas. Si encontraba dificultad para abrir la puerta de un cercado, aceitaba las aldabas. Y de esta manera pasó por el mundo para proporcionar facilidades a aquellos que habían de venir tras él.
La gente le llamó excéntrico, ridículo y loco, pero el anciano continuó llenando su alcuza cuando se vaciaba, y engrasando los lugares difíciles que encontró.
Hay muchas vidas que un día tras otro crujen y rechinan ásperamente. Todo les sienta mal. Necesitan que se les engrase con el aceite de la alegría, de la mansedumbre o de la meditación. ¿Posees tu propia alcuza? Está presto con el aceite de la ayuda, para venir por la mañana temprano a aquel que se encuentre mas cerca de ti. Puede ser que engrases todo el día para él. ¡Cuánto puede ayudar el aceite del buen humor, al corazón que se encuentra abatido! ¡La palabra de aliento al que se encuentra en estado de desesperación! No enmudezcas y dila.
Quizás que nuestras vidas solamente vengan una vez en contacto con otras en el camino de la vida, puede ser que nuestros caminos se separen, para no encontrarnos jamás. El aceite de la bondad ha gastado por completo los filos agudos de muchas vidas pecaminosas y las ha suavizado y preparado para la gracia redentora del Salvador.
Una palabra hablada con dulzura equivale a una gran porción de luz del sol en un corazón entristecido. Por lo tanto, “Da a otros la luz del sol y cuenta a Jesús lo demás.”

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