lunes, 10 de enero de 2011

Y había salido Isaac al campo a meditar a la hora de la tarde.” Génesis 24:63

“Y había salido Isaac al campo a meditar a la hora de la tarde.” Génesis 24:63

Seríamos mejores Cristianos si estuviésemos a solas mas tiempo con Dios. haríamos mucho mas si intentásemos hacer menos y gastásemos mas tiempo en la soledad esperando en Dios. estamos demasiado apegados al mundo. Nos afligimos con la idea de que no hacemos nada a no ser que estemos alborotando de una parte a otra. No creemos en el retirarse a la soledad, en la sombra silenciosa. Como personas tenemos una mentalidad muy práctica. Creemos que desperdiciamos todo el tiempo que no invertimos haciendo algo. Sin embargo, no hay tiempo mas provechoso que el que se invierte en la meditación a solas, en hablar con Dios, en mirar hacia el Cielo. Nunca es demasiado el tiempo que se gasta en la vida haciendo que el alma se comunique con Dios para que El la influencie como mejor le plazca.
Se ha dicho que la meditación es el domingo de la mente. Demos con frecuencia cada día, un domingo a nuestra mente, durante el cual no hará ninguna clase de trabajo, sino simplemente permanecer en calma, mirar hacia arriba y extenderse delante del Señor lo mismo que el vellón de Gedeón, para ser mojada y empapada con el rocío del cielo. Permitamos que haya intervalos cuando no tengamos nada que hacer, pensar o planear, sino simplemente recostarnos en el regazo de la naturaleza y “descansar” un poco.
El tiempo que así se gasta no es tiempo perdido. No puede decirse que el pescador desperdicia su tiempo cuando remienda su red, o el guadañero cuando se toma unos minutos para afilar su guadaña en lo alto de una cumbre. Aquellos que viven en la ciudad lo mejor que pueden hacer es seguir el ejemplo de Isaac, abandonar con la frecuencia que les sea posible, el alboroto y tumulto de la ciudad y marcharse al campo a meditar. Cuando uno está cansado a consecuencia del calor y del tumulto, la comunión con la naturaleza es muy consoladora y ejerce una gran influencia de paz y cura sobre el paciente. Un paseo por el campo, por la costa a través de las margaritas que se encuentran esparcidas por las praderas te refrescarán por completo y hará que tu corazón palpite con un nuevo gozo y esperanza.

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