miércoles, 9 de febrero de 2011

“Descargándonos de todo peso, y del pecado que estrechamente nos cerca, corramos con paciencia la carrera que ha sido delante de nosotros.” Hebreos 12:1

“Descargándonos de todo peso, y del pecado que estrechamente nos cerca, corramos con paciencia la carrera que ha sido delante de nosotros.” Hebreos 12:1


Hay pesos que no son pecados en sí mismos, pero que se convierten en obstáculos y piedras de tropiezo en el progreso de nuestra vida cristiana. Uno de los peores es el desaliento. El corazón melancólico, verdaderamente es un peso que seguramente nos arrastrará de nuestra santidad y utilidad.
El fracaso de Israel para entrar en la tierra prometida, empezó al murmurar, como literalmente dice el texto de Números, “como murmuraron”. Solo un pequeño deseo de quejarse y estar descontentos. Esto continuó hasta que floreció y maduró en rebelión y ruina. No nos permitamos jamás el dudar de Dios o de Su amor y fidelidad para con nosotros en todo y para siempre. Podemos oponer nuestra voluntad contra toda clase de duda como lo hacemos contra otro cualquier pecado, y al permanecer firmes y rehusar dudar el Espíritu Santo, vendrá en nuestra ayuda, nos dará la fe de Dios y nos coronará con gloria.
Es muy fácil el caer en el hábito de dudar, de impacientarse y preguntar si Dios nos ha desamparado y si después de todo nuestras esperanzas van a terminar en un fracaso. Rehusemos el ser desgraciados. “Contemos todo con gozo” cuando no podemos sentir una emoción de felicidad. Regocijémonos por medio de la fe, del ánimo y consideremos el gozo como una realidad, y con toda seguridad hallaremos que Dios hará que nuestra consideración sea real.
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El diablo tienes dos trampas maestras. Una consiste en desalentarnos, entonces durante un cierto tiempo, por lo menos somos inútiles para los demás, y somos derrotados. La otra consiste en hacernos dudar, y romper de esta manera la fe con que estamos unidos con el Padre. Ten cuidado. No te dejes engañar de ninguna manera.
G. E. M.
¡Alegría! Me gusta cultivar el espíritu de alegría. Ella vuelve a armonizar el alma y guardarla en armonía con tal forma que satanás no se atreve a tocarla. Las cuerdas del alma se calientan demasiado o se llenan demasiado de electricidad celestial para que podamos tocarlas con sus dedos infernales y se marcha a alguna otra parte. Satanás siempre teme el entremeterse conmigo cuando mi corazón está lleno de gozo y alegría con el Espíritu Santo.
Mi plan es el esquivar el espíritu de tristeza, como a satanás. Pero desgraciadamente no siempre tengo éxito. Como el mismo diablo, me sale al encuentro en el camino principal de la utilidad me mira tan fijamente en mi rostro hasta que mi pobre alma cambia de color.
Tristeza, la tristeza descolora todo, despoja a todos los objetos de su encanto, envuelve la perspectiva del futuro en tinieblas, priva al alma de todas sus aspiraciones, encadena todos sus poderes y produce una parálisis mental.
Un creyente anciano, advirtió que el buen humor en la religión hace que se goce en todos sus servicios, y que nunca avanzamos tan rápidamente en el camino del deber, como cuando somos llevados en las alas del regocijo, añadió que la melancolía recorta tales alas, o para alterar su forma, saca las ruedas de nuestra carroza y la hace semejante a aquellas de los egipcios, para que se arrastren muy pesadamente.

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