sábado, 19 de marzo de 2011

“Mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo.” Juan 16:32

“Mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo.” Juan 16:32

No es necesario decir que el poner en práctica una convicción es un sacrificio costoso. Ello puede requerir renunciaciones y separaciones que le dejan a uno con un sentido extraño de privación y soledad. Pero aquel que se eleve como hace el águila, a los niveles mas elevados donde el día carece de nubes y vive a la luz del sol de Dios, tiene que contentarse con vivir una vida de soledad.
Ningún pájaro vive tan solitario como el águila. Las águilas nunca vuelan en bandadas, a lo sumo solamente se ven una o dos al mismo tiempo. Pero la vida que se vive para Dios, aunque tenga que abandonar la compañía de seres humanos, la substituye por la compañía Divina.
Dios busca hombres semejantes a las águilas. Ningún hombre que no ha aprendido a estar a solas con Dios, puede darse cuenta de cuales son las mejores cosas de Dios. A Abraham lo encontramos morando en Sodoma. Moisés, a pesar de estar adiestrado con toda la sabiduría de Egipto, tuvo que pasar cuarenta años a solas con Dios en el desierto. Pablo, no obstante su gran conocimiento de la cultura griega y haberse sentado a los pies de Gamaliel, tuvo que ir a Arabia y aprender con Dios la vida del desierto. Deja que Dios nos aísle. No quiero decir en la soledad de un monasterio. En la experiencia de esta soledad, El desarrolla tal independencia de fe y vida que hace que el alma no necesite por mas tiempo la ayuda constante, la oración, la fe o cualquier otra atención del vecino. En el desarrollo de la vida cristiana, la ayuda e inspiración de los otros miembros es muy necesaria y ocupa su lugar, pero llega un tiempo cuando puede ser un obstáculo directo para el bienestar y la fe individual. Dios sabe la forma como tiene que cambiar las circunstancias de la soledad. Cuando nos rendimos a Dios, El nos recibe por algún conducto, pero una vez que esto se ha terminado, no dependemos por mas tiempo de aquellos que nos rodean. Nos damos cuenta de que El ha obrado algo en nosotros y que las alas de nuestras almas han aprendido a batir el aire mas elevado.
Debemos atrevernos a estar solos. Jacob tuvo que estar solo para que el Ángel de Dios susurrase en su oído el nombre místico de Shiloh, Daniel tuvo que estar a solas para ver las visiones celestiales, Juan tuvo que estar desterrado a Patmos, para tomar profundamente y guardar con firmeza la “impresión del cielo”.
El solo pisó el lugar. ¿Estamos preparados para un “espléndido aislamiento” antes que faltar a El?

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