“Por las cuales, nos son dadas preciosas y grandísimas promesas.” 2ª Pedro 1:4


Cuando un constructor de barcos construye un buque, ¿lo construye para guardarlo en el astillero? No, lo construye para el mar y para la tormenta. Durante la construcción, él piensa en las tempestades y en los huracanes, de lo contrario, él es un ignorante constructor de buques.
Cuando Dios hizo de ti un creyente, pensó en probarte, y cuando te dio promesas y pidió que confiases en ellas, Él te dio aquellas promesas que son convenientes para combatir las tempestades y los tiempos en que se presenta la adversidad. ¿Crees que Dios puede hacer cosas postizas, como algunos hacen cinturones de salvamento, los cuales no sirven nada mas para exhibirlos en la tienda, pero son inútiles en el mar?
Todos hemos oído de ciertas espadas que han sido inútiles en la guerra y de zapatos que se hicieron para la venta, pero nunca se tuvo la intención de que se anduviese con ellos. Los zapatos de Dios son de hierro y bronce y con ellos puedes caminar al cielo, sin jamás estropearlos, y con sus cintos de salvamento puedes arrojarte al mar, y nadar sobre un millar de Atlánticos sin temor a que te hundas. Su palabra de promesa es dada para probarla y comprobarla.
No hay nada que desagrade tanto a Cristo como el que los suyos hagan una exhibición de Él. Él desea que le utilicemos. Las bendiciones del pacto no son solamente para mirarlas, sino para ser apropiadas. Aún nuestro Señor Jesús nos es dado para que lo utilicemos en el tiempo presente. Tú no haces de Cristo el uso que debes de hacer.
Te ruego que no utilices las promesas de Dios como si fuesen curiosidades para un museo, sino utilízalas diariamente como la fuente de todo consuelo. Confía en el Señor, cuando quiera que te halles en necesidad. ¿Cómo puede el Señor decir no, a lo que Él ha prometido?
C. H. Spurgeon