miércoles, 18 de julio de 2012

“Sube, oh pozo, a él cantad.” Números 21:17

“Sube, oh pozo, a él cantad.” Números 21:17

Este fue un pozo y una canción extraña. Ellos habían viajado por las estériles arenas del desierto. No tenían agua a la vista y estaban pereciendo de sed. Entonces, Dios habló a Moisés y dijo: “Junta al pueblo y les daré agua.” Y así es como aconteció.
Se reunieron en círculos sobre la arena. Cogieron sus palas y empezaron a cavar profundamente sobre aquella tierra que quemaba. A medida que cavaban no cesaban de cantar, “Sube, oh pozo, a él cantad”. Y he aquí que se oyó el ruido impetuoso de un manantial de agua que llenó el pozo por completo y continuó su curso por aquella tierra.
Cuando cavaron este pozo en el desierto, vinieron en contacto con aquella corriente de agua que corría por debajo y dieron con las mareas que fluían y que por mucho tiempo habían estado ocultas.
Con qué belleza este precioso cuadro nos habla del río de bendiciones que fluye por medio de nuestra vida, y como podemos alcanzar a través de la oración y la alabanza, aquello que necesitamos incluso en el mas estéril desierto.
¿Cómo dieron con las aguas de aquel pozo? Por medio de la alabanza. Ellos cantaron sobre la arena su canción de fe, mientras que con el báculo de su promesa cavaron el pozo.
Nuestra alabanza aún puede abrir fuentes en el desierto. Muestra murmuración puede fallar en alcanzar las fuentes de bendición. No hay nada que agrade tanto a Dios como la alabanza. No hay prueba de la fe tan verdadera como la acción de gracias. ¿Alabas a Dios lo suficiente? ¿Le das las gracias por tus actuales e innumerables bendiciones? ¿Te atreves a alabarle por aquellas pruebas que no son sino bendiciones disfrazadas? ¿Has aprendido a alabarle por adelantado, por aquellas cosas que aún no has recibido?
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