jueves, 30 de mayo de 2013

“YHVH afirmó en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos.” Salmo 103:19

“YHVH afirmó en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos.” Salmo 103:19

Hace algún tiempo, al principio de la primavera, iba a salir a la puerta, cuando del alrededor de la esquina vino un soplo de aire del este, desafiador, cruel, fiero y seco, trayendo una nube de polvo delante de la puerta.
Al acabar de quitar el llavín de la puerta, dije con cierta impaciencia, “Porque no...” iba a decir, “cambiará este viento”, pero la palabra se me cortó y no terminé la frase. A medida que caminaba, el incidente llegó a ser para mi una parábola. Entonces vino un ángel con una llave y dijo:
“Mi Maestro te envía Su amor y me ha pedido que te entregue esto.” “¿Qué es esto?” pregunté con cierta duda. “La llave de los vientos.” Respondió el ángel, y desapareció.
Ahora sí que voy a ser feliz. Me apresuré hacia las alturas de donde los vientos procedían y permanecí entre las cavernas.
“Terminaré de la manera que sea con este dichoso viento del este, para que no nos moleste mas.” Alcé la voz, y llamando a aquel viento enemigo, cerré la puerta, y el ruido de sus ecos podía oírlo resonando en las oquedades. Entonces di una vuelta a la llave con cierto aire de triunfo y dije: “Por fin hemos acabado de una vez con este viento.”
“¿Con que lo sustituiré?” me pregunté, mirando a mi alrededor. “El viento del sur es muy agradable” y me acordé de los corderitos, de la juventud de todas partes, y de las flores que habían empezado a adornar los setos vivos. Pero al ir a poner la llave en la cerradura, noté que me quemaba la mano.
¿”Qué es lo que estoy haciendo?” grité, “¿Quién puede saber el mal que voy a causar con mi acción?” ¡Como puedo yo saber lo que los campos necesitan! Voy a causar miles de males con mi estúpido deseo.”
Aturdido y avergonzado, levanté mis ojos y rogué al Señor que volviese a enviar Su ángel por la llave, y prometí que jamás volvería a sentir deseo de tenerla.
Pero he aquí, que el Señor mismo estaba junta a mi lado. Extendió su mano para tomar la llave, y al dársela, vi que la colocó sobre las señales de las heridas grandes.
Sentí un profundo dolor, por haber murmurado contra algo que El hizo y que lleva las señales sagradas de Su amor. entonces El tomó la llave y la cogió en su cintura.
“¿Guardas la llave de los vientos?” le pregunté.
“Sí, hijo mío”, me contestó con mucha ternura.
Lo miré nuevamente y vi colgadas todas las llaves de toda mi vida. Él vio mi mirada de espanto y me preguntó: “Ignorabas, hijo mío, que mi reino domina sobre todos?”
“¡Sobre todo Señor” contesté, entonces “No puedo obtener ninguna seguridad, murmurando.” Entonces colocando Su mano sobre mi, me dijo con mucho cariño: “Hijo, tú única seguridad en todo, está en que ames, confíes y alabes.”
Mark Guy Pearse

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