jueves, 11 de septiembre de 2014

Como doloridos, mas siempre gozosos.” 2ª Corintios 6:10

Como doloridos, mas siempre gozosos.” 2ª Corintios 6:10
Aflicción era bella, pero su belleza era semejante a la luz de la luna que brilla a través de las ramas de los árboles poblados de hojas en el bosque, y hace resplandecer a los charquitos que aquí y allá se encuentran sobre el musgo verde y suave.
Cuando Aflicción cantaba, sus notas se confundían con el reclamo del ruiseñor, y en sus ojos aparecía la mirada inesperada de quien ha cesado de esperar la alegría venidera. Ella podía llorar con tierna compasión con aquellos que lloran, pero el regocijarse con los que se regocijan, esto era para ella desconocido.
Gozo era bello también, pero su belleza era parecida a la belleza resplandeciente del sol matutino. Sus ojos aún conservaban la sonrisa alegre de la niñez y sus cabellos brillaban como los rayos luminosos del sol. Cuando Gozo cantaba, el sonido de su voz se remontaba hacia el infinito, como el de la alondra, y su forma de andar era parecida a la del conquistador que jamás ha conocido una derrota. Él podía regocijarse con los que se regocijan, pero el llorar con los que lloran, para él era cosa desconocida.
“Nunca podremos unirnos”, dijo Aflicción en un todo pensativo. “No, nunca” y al responder, los ojos de Gozo se oscurecieron. “Mi camino se encuentra entre las doradas praderas bañadas por el sol donde las rosas mas preciosas florecen para mi recolección, y en donde el mirlo y el tordo esperan mi llegada para deleitarme con sus canciones melodiosas.”
“Mi senda”, dijo Aflicción volviéndose lentamente, “se extiende a través de los bosques ennegrecidos, donde mis manos no pueden recoger sino las flores que se abren por la noche. No obstante, la canción mas bella de la tierra, la canción amorosa de la noche será mía, a pasarlo bien Gozo, a Dios.”

Aún estaba hablando, cuando se dieron cuenta de que había alguien a su lado, que era difícil reconocer, pero que tenía una Presencia Majestuosa. Al arrodillarse delante de Él, un miedo muy grande y santo se apoderó de ellos.
“Le veo como al Rey de Gozo” susurró Aflicción, “porque hay muchas coronas sobre su cabeza, y las marcas de los clavos en sus manos y en sus pies, son las señales de una gran victoria. Toda la aflicción está derritiéndose delante de Él, y convirtiéndose en una alegría y un amor inmortal, por lo tanto a Él me entrego para siempre.”

“No, Aflicción” dijo Gozo calladito, “pero veo a Él como al Rey de Aflicción, y la corona que tiene en su cabeza, es una corona de espinas, y las marcas de los clavos que tiene en sus pies y en sus manos, son las señales de una gran agonía. Yo también me entrego a Él para siempre, porque la aflicción con Él debe producir mayor consuelo que cualquier gozo que yo haya conocido.”

“Entonces somos uno en Él” gritaron alegremente, “porque nadie sino Él, podía unir Gozo y Aflicción.”
Se cogieron de la mano y se lanzaron al mundo, para seguirle a Él por medio de la tormenta y la luz del sol, en la intemperie del frío del invierno, y en la alegría del calor en el verano, “como doloridos, mas siempre gozosos.”

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