domingo, 3 de enero de 2010

Estad quietos y conoced que yo soy Dios

“Estad quietos y conoced que yo soy Dios.” Salmo 46:10

No se encuentra en todos los coros una nota musical tan poderosa como la pausa enfática. ¿Existe en el Salterio alguna palabra tan elocuente como aquella, Selah (Pausa)? ¿Hay algo mas conmovedor y terrible que el silencio que precede el romper de la tormenta y la calma tan extraña con que parece que se cubre toda la naturaleza antes de que haya alguna convulsión o fenómeno preternatural? ¿Hay alguna otra cosa que pueda conmover tanto nuestros corazones como el poder del silencio?
Para todo corazón que se entrega por completo a El, existe “la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento.” Una “quietud y confianza” que es la fuente de toda fortaleza, una paz sosegada, “que no puede ser perturbada por nada en este mundo.” Un descanso profundo que “el mundo no puede quitar” En medio de lo mas profundo del alma, hay un aposento para la paz donde Dios mora y donde podemos oír Su voz apagada y silenciosa, con solamente que entremos en el y acallemos los demás sonidos.
En la rueda mas veloz que gira sobre su eje, existe un lugar en el mismo centro donde no hay ningún movimiento, y de la misma manera, en la vida mas ocupada puede haber un lugar donde estemos a solas con Dios con una calma eterna. Hay solamente un camino para conocer a Dios. “Estad quietos y conoced. Dios está en su santo templo, calle delante de El toda la tierra.”
Seleccionado

“Nuestro Padre Celestial, algunas veces hemos caminado bajo cielos nublados que han arrojado sobre nosotros tinieblas como diluvios. Desesperamos al no ver la luz de las estrellas, ni la luz de la luna, ni la salida del sol. La desagradable oscuridad se ha teñido sobre nosotros como si fuese a durar para siempre. De la oscuridad no se ha oído ninguna voz cariñosa que trate de consolar nuestros quebrantados corazones. De buena gana hubiese recibido el estampido de un trueno terrible para que rompiese la calma atormentadora de esa noche opresiva.”
“Pero Tu alegre susurro de amor eterno nos habló con mas suavidad a nuestras almas magulladas y sangrantes, que el viento que respira a través de las arpas aeolinas. Fue Tu “voz pequeña y apagada” la que nos habló. Estábamos escuchando y oímos. Miramos y vimos Tu rostro, vino una nueva vida a nosotros, como la vida que vuelve a las plantas secas que beben la lluvia de verano.” TOMADO DE MANANTIALES EN EL DSIERTO

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