Como muriendo, mas he aquí vivimos.” 2ª Corintios 6:9
El verano pasado tenía en el jardín de mi casa de campo una bellísima capa de flores extendida por todo él. ¡Con que lozanía florecieron! Fueron plantadas muy tarde. Por los alrededores del jardín aún habían flores nuevas florecientes, mientras que las del centro se habían convertido en simiente. Vinieron las heladas y dije: “Este tiempo es demasiado duro para ellas, han perecido.” Y me despedí de ellas.
Me disgustaba el ir y mirar al lugar donde habían estado las flores. Parecía como si fuese a un cementerio de flores. Pero hace cuatro o cinco semanas uno de mis empleados me llamó la atención al hecho de que en el mismo lugar estaban naciendo una infinidad de flores. Miré y vi que por cada planta que yo creí que el invierno había destruido, se habían plantado mas de cincuenta plantas. ¿Qué es lo que habían hecho aquellas heladas y vientos tempestuosos? Agarraron las flores, las mataron, las arrojaron al suelo, las pisotearon con la nieve de sus pies, y al terminar su obra dijeron: “ Este es vuestro fin.” Y la próxima primavera, por cada raíz se levantaron mas de cincuenta testigos y dijeron, “Por la muerte vivimos.”
Lo mismo que en la vida floral, así también sucede en el reino de Dios. Por medio de la muerte vino la vida eterna. Por la crucifixión y el sepulcro vino el trono y el palacio del Dios Eterno. Con el derrumbamiento, vino la victoria. No tengas miedo al sufrimiento. No temas el ser derribado.
Loso hombres se convierten en hombres de poder, y un solo hombre puede convertirse en un ejército, siendo derribados y no destruidos, siendo sacudidos hasta despedazados y desmenuzando aquellos pedazos, mientras que los hombres que se rinden a las apariencias de las cosas y siguen al mundo, tienen un rápido florecimiento, una prosperidad momentánea y entonces su fin, pero un fin que es un fin para siempre.
Beecher
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