Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde.” Salmo 65:8
Levántate temprano, márchate a una montaña y observa como Dios hace la mañana. El gris oscuro desaparece a medida que Dios empuja el sol hacia el horizonte, y aparecen matices y colores de todas las sombras, las cuales se mezclan en una luz perfecta a la salida del sol. Al moverse el Rey matutino majestuosamente para inundar la tierra y todo el valle, escucha la canción que el coro celestial pronuncia acerca de la majestad de Dios y la gloria de la mañana. Durante el silencio sagrado del temprano amanecer, oigo una voz que me dice: “Yo estoy contigo durante todo el día. ¡Regocíjate!”
La luz clara y pura matutina me hizo que anhelase el poseer la verdad en mi corazón, la cual solamente podía hacerme puro y claro como la mañana, y ponerme en armonía con el nivel del concierto de la naturaleza que me rodea. Y el aire que sopló a la salida del sol, me hizo que confiase en el Dios que había soplado primero en las ventanas de mi nariz el aliento de vida, para que finalmente me llenase de tal manera con Su aliento, Su mente, Su espíritu, que yo no tuviese otro remedio, sino pensar Sus pensamientos y vivir Su vida, encontrando en ella la mía glorificada de una forma indefinida. ¿Qué podríamos hacer, sin las noches y mañanas de nuestro Dios?
George MacDonald
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