“Porque yo ya estoy para ser ofrecido, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he guardado la fe.” 2ª Timoteo 4:6-7
Lo mismo que los soldados muestran sus cicatrices y hablan de batallas cuando al fin regresan a sus casas para pasar la vejez en su país, así también haremos nosotros en la patria querida a que nos apresuramos.
Allí hablaremos de la bondad y fidelidad de Dios que nos llevó por medio de todas las pruebas del camino. A mi no me gustaría estar con el vestido blanco de huésped y oír decir: “Estos son los que han venido de grande tribulación, todos excepto uno.”
¿Te gustaría estar allí y que fueses señalado como el único santo que nunca conoció un sufrimiento? ¡De ninguna manera!
Porque entonces serías un extranjero en medio de una hermandad sagrada. Nos contentaremos con participar en la batalla, porque pronto llevaremos la corona y nos regocijaremos en la victoria.
C. H. Spurgeon
“¿En donde fuiste herido?” preguntó el cirujano a un soldado en la Montaña de Lookout. “Casi en lo alto,” respondió.
El aún olvidó su herida sangrante, lo único que recordaba era que había ganado las alturas. Dirijámonos hacia delante con los esfuerzos mas elevados para servir a Cristo y no descansemos jamás hasta que podamos gritar desde la misma cima, “He peleado la buena batalla, he terminado mi carrera, he guardado la fe.”
“No descanses hasta que termines la obra que Dios te ha mandado hacer. El reposo que Dios tiene para ti guardado, es un descanso eterno.”
“Dios no se fijará en tus medallas, títulos o diplomas, sino en las marcas que han dejado en ti las cicatrices.”
El trovador cantaba acerca de un héroe antiguo: “No llevaba ningún otro ornamento, sino su espada por compañera y las mellas que había en la hoja de su espada.”
Ningún siervo de Dios puede buscar una decoración de honor mas noble, que las cicatrices de su servicio, sus pérdidas por la corona, sus reproches por la causa de Cristo, el debilitarse por completo en el servicio de Su maestro.
1 comentario:
Nuestras heridas son la señal de que Nuestro Señor Jesús ha venido con su bálsamo a curar nuestras heridas con gran amor, ellas solo reflejan que su misericordia esta con nosotros y que nunca nos abandonara.
Publicar un comentario