“Los
hombres no pueden ver la luz esplendente de los cielos.” Job 37:21
El
mundo debe una gran parte de su belleza a las nubes. El azul inmutable del cielo
italiano difícilmente puede recompensar la gloria y constantes cambios de las
nubes. La tierra se Convertiría en un desierto si no fuese por su
administración. Hay nubes en la vida humana que la oscurecen, refrigeran y
algunas veces la envuelven en la negrura de la noche, pero no existe ninguna
nube sin su luz brillante. “Mi arco pondré en las nubes.”
Si nos fuese
posible ver las nubes por la parte opuesta, donde permanecen con su aureola,
bañada por la luz que interceptan como una acumulación de Alpes alineados, nos
quedaríamos pasmados de su esplendorosa magnificencia.
Nosotros solamente nos
fijamos en sus partes menos elevadas, pero, ¿quién puede describir la brillantez
de la luz que baña sus cumbres, explora sus valles y se refleja desde cada
pináculo de su expansión? ¿No son ellas las portadoras de cada gota de agua que
produce las cualidades mejores y mas saludables? ¡Oh, hijo de Dios! Si tú
pudieras ver tus penas y turbaciones por el otro lado. Si en vez de verlas desde
un punto de vista terrenal, las mirases desde los lugares celestiales donde te
sientas con YAHSHUA, si supieras ver tus penas están reflejadas con belleza
prismática ante la contemplación del cielo, la luz brillante de YAHSHUA, te
contentarías con que estas aflicciones arrojasen sobre tu existencia sus sombras
amargas y profundas. Recuerda solamente que las nubes siempre se están moviendo
y pasando delante del viento purificador de Dios.
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