lunes, 13 de diciembre de 2010

Y ninguno podía aprender el cántico

Y ninguno podía aprender el cántico, sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil, los cuales fueron comprados de entre los de la tierra.” Apocalipsis 14:3

Hay canciones que solamente pueden aprenderse en el valle. Ningún arte puede enseñarlas, ni ninguna regia de fonética puede hacer que se canten perfectamente Su música está en el corazón. Son canciones de recuerdo, de experiencia personal.
San Juan dice que aún en el cielo habrá una canción que solamente podrá ser cantada por los hijos terrenales del linaje de la redención. Indudablemente que es una canción de triunfo, un himno de victoria al Cristo que nos libertó. Pero el sentido del triunfo necesariamente nace del recuerdo del encadenamiento.
Ningún ángel, ni arcángel puede cantarla como yo. Para cantarla como yo, tendrían que pasar por mi destierro, y esto ellos no pueden hacer. Ninguno puede aprenderla, sino los hijos de la Cruz.
Y así, alma mía, estás recibiendo una lección de música de tu Padre Celestial. A ti se te está educando para el coro invisible. Hay partes en la sinfonía que ninguna otra persona excepto tú puede realizar. Hay cuerdas demasiado pequeñas para los ángeles. Puede haber altos en la sinfonía que sobrepasan la escala, que solamente los ángeles pueden alcanzar, pero hay profundidades que a ti te pertenecen y que tú solamente puedes tocar.
Tu Padre Celestial, te está preparando, para aquella parte que los ángeles no pueden cantar, y la escuela es el sufrimiento. He oído a muchos decir que Él te manda el sufrimiento para probarte, no, esto te lo envía para educarte, para entrenarte para el coro invisible.
Por la noche Él prepara la canción. Él templa tu voz, en los valles. En las nubes Él está atirantando tus cuerdas. En la lluvia Él está endulzando tu melodía. En el frío Él modela tu expresión. En la transición de la esperanza al miedo Él perfecciona tu conocimiento.
No desprecies la escuela de la aflicción, ella te dará la oportunidad de que tomes una parte muy especial en la canción universal.
George Matheson

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